“L.” no vive tranquila. Después de terminar una relación hubo un antes y un después en su vida. La mujer cuenta que sufrió numerosos episodios de acoso y amenazas pese a que había denunciado a su ex pareja en la Justicia. Dice que accede a una entrevista con LA GACETA con la intención de ser escuchada por jueces y fiscales, para que cesen las dilaciones en las causas por violencia de género. Y pide no revelar su identidad: siente que su vida todavía está en riesgo.
- ¿Cómo empezó todo?
Tuve un noviazgo de nueve meses que se fue desgastando, por lo menos de mi parte. Llegué a un punto en que no aguanté más, le pedí distancia porque sospechaba que no lo iba a tomar bien. Y cuando logré hacerlo empezaron muchas situaciones atípicas.
- ¿Por ejemplo?
- La primera de todas fue recibir amenazas desde un chip anónimo. Y de su celular recibía la insistencia para que no cortemos. Se tornó en acoso porque llegaron a ser entre 100 y 200 mensajes por día. Me empezó a seguir en el auto. Amenazó a mis hijos y a mi empleada doméstica, quien dejó de trabajar en mi casa tras 15 años. Ella desapareció hasta el día de hoy. Un día salí del gimnasio y a todo mi auto le salía humo: le habían tirado líquido de frenos para quemarlo. Cortaron toda la parte de electricidad de mi trabajo. Me llegaron a poner un revólver en la cabeza para robarme el celular, porque la información de las amenazas estaban ahí. Esta persona se obsesionó conmigo por no aceptar el terminar una relación simplemente.
- ¿Qué pasó con las denuncias?
- Llegué a hacer siete denuncias. De todas las presentaciones me dieron lugar a juicio penal porque él rompió la perimetral, no por todos los otros hechos de acoso que duraron entre siete a ocho meses, y después de casi ocho meses más recién salió la resolución elevando la causa a un juicio que todavía no tiene fecha.
- ¿Le costó el acceso a la Justicia?
- Cuando me tomaron la denuncia en Tribunales me aconsejaron que cambie mi celular y mi movimiento de vida del día a día. Eso se torna hasta imposible porque uno tiene un trabajo y responsabilidades. No podés dejar de ir para que otra persona no te siga. Lamentablemente me tocó un juzgado donde no había juez, por lo que mi causa estaba en un escritorio sin que se tome ninguna medida ante esta persona. Todos los días me levantaba y me preguntaba: ¿hoy qué me va a hacer? Con ese pánico he vivido muchísimo tiempo. Asignaron un juez nuevo pero solamente trabajaba una hora: de 11 a 12 o de 13 a 14. Muchas veces fuimos y no tuvimos suerte de que nos atienda, hasta que un día logré que escuchen de mi boca lo que estaba viviendo. Me contestaron que a esta persona no se la ubicaba en el domicilio que yo había declarado que vivía. Él había dicho que residía en una casa en construcción que estaba muy cerca de mi casa. O sea una mentira. Y la Justicia paralizada, sin acción. Tuve que buscar otra abogada que me acompañó mucho más en la situación. Así hemos logrado que se ordenen restricciones perimetrales.
- ¿Cómo fue eso?
- Tenía prohibición de acercamiento a 200 metros pero nunca fue respetada. Me decían que si lo veía, tenía que hablar a la Comisaría de la Mujer, donde muchas veces nadie te atiende. Cuando lo hacen, te piden el número de legajo y con suerte se presenta una patrulla después de una hora. Mientras, el miedo te invade. Terminás retirándote del lugar, cuando en realidad debería irse él. Me han asignado una custodia policial tragicómica porque yo la tenía que ir a buscar a la comisaría ya que me contestaron que no tenían medios de movilidad. Se le ordenó colocar una tobillera a él, y a mí me iban a dar un botón de pánico para tener más seguridad ante su acercamiento. Nunca se le puso la tobillera pese a que hubo dos órdenes para que eso sucediera. Uno está todo el tiempo con el miedo a que venga algo peor. No hace falta recibir un golpe o que te den una cuchillada para que te vayan destruyendo internamente. El daño fue a nivel psicológico. Al final creo que fue advertido, porque desde ese momento dejó de violar la perimetral.
- ¿Qué tendría que cambiar la Justicia?
- Creo que hay que evaluar en conjunto la parte psíquica de estas personas, que no están en condiciones de estar en esta sociedad circulando como si no hubieran hecho nada. Ellos van eligiendo sus víctimas. A mí me estaban haciendo daño y no me alcanzaban las pruebas para que lo encierren porque eran todos hechos indirectos. Uno va a la Justicia con todo un golpe psicológico o emocional y es como que no tuviera valor la palabra. Hacés una denuncia hoy y el juez se entera a los 10 días con suerte si es que ha visto tu expediente, si es que no se perdió o si es que no han hecho que se extravíe… Mi expediente estuvo perdido tres meses hasta que se lo logró localizar. Hay un desorden o una manipulación sobre situaciones donde a la causa la van archivando para que no llegue. Una persona que amenaza como me lo hicieron a mí debería ir a declarar inmediatamente y a presentar pruebas para defenderse.
- ¿Cómo se siente hoy?
- Siento el mismo miedo que sentía cuando recibía las amenazas. Tuve que cambiar mi rutina de vida. Mi lugar de transitar para ir a trabajar, cambiar de calles. No sé si esta persona está esperando para hacerme algo a nivel personal. Tengo una hija que no vive cerca mío y también me da miedo que le suceda algo. Hasta el día de hoy siento un escalofrío en el cuerpo porque yo podría haber sido Paola Tacacho. Ella pidió ayuda, tenía una perimetral como la tuve yo, pero ese chico tampoco tenía una tobillera ni fue detenido. Espero que esto sea escuchado por jueces y por fiscales. No queremos más víctimas ni tampoco quiero ser yo una víctima.